Manuel Benítez Pérez "El Cordobes"

 Convertido en un auténtico fenómeno social en la década de los años sesenta, las escasas virtudes técnicas de su toreo vulgar, heterodoxo y tremendista no fueron óbice para que una enceguecida legión de furibundos partidarios suyos -casi todos ajenos a la dimensión estética del Arte de Cúchares- lo mantuvieran a la cabeza del escalafón durante varios años, siguiéndolo fielmente a lo largo de toda la temporada, atestando las plazas donde se anunciaba su comparecencia o disparando los índices de audiencia de los espacios televisivos que retransmitían sus enloquecedoras intervenciones. Realmente, nunca hasta entonces había levantado tanta expectación un torero tan alejado de la auténtica pureza clásica de la Fiesta, expectación detrás de la cual se escondían los espurios intereses económicos de ciertos profesionales taurinos (apoderados, empresarios y ganaderos) y, sobre todo, el beneplácito de un régimen político muy satisfecho por reducir posibles desórdenes sociales a través del panem et circenses vestido de seda y oro.

 

Por lo demás, la peripecia individual de Manuel Benítez Pérez no deja de ser una puesta al día, en versión posguerra hispánica, de las andanzas y desventuras protagonizadas por cualquier personaje de la picaresca clásica española. Nacido en el seno de una familia humildísima, de la que era el último vástago, vivió la irreparable desgracia de quedarse huérfano y desamparado en los primeros años de su miserable niñez: al poco tiempo de haber fallecido su madre murió también su progenitor, que permanecía hospitalizado en un centro para tuberculosos en el que había ingresado desde que abandonara la prisión donde sufriera condena por haber pertenecido, en calidad de voluntario, al ejército republicano durante la Guerra Civil. Sumido en la miseria, Manuel Benítez se juntó con un amigo al que no le iban mejor las cosas, Juan María Horrillo Chacón, para dedicarse entre ambos a un constante ejercicio de rapiña que apenas les daba abasto para asegurar su penosa subsistencia. Pero el hurto de gallinas, frutos de huerta y otros enseres comestibles no colmaba las expectativas de salir de la pobreza que albergaba el joven Manuel, por lo que pronto se decidió a probar suerte en el áspero mundo del toreo, uno de los escasos ámbitos profesionales que, por aquellos años, permitía el ascenso de los miembros de las clases desheredadas.

 

Sus primeros mantazos tuvieron por escenario las dehesas de las ganaderías cercanas a su lugar de origen, dehesas que allanaba por las noches para irse forjando un estilo urgente y clandestino del que luego habría de quedarle el poso indeleble de la improvisación y la precipitación y -todo hay que decirlo- la huella palmaria de un valor desmedido. Poco después, comenzó a probar la firmeza de su empeño arrojándose de espontáneo en diferentes plazas de toros (Córdoba, Aranjuez y Madrid fueron escenario de estas temerarias hazañas), en las que recibió violentos revolcones que, lejos de desanimarle, sirvieron de incentivo para su terco propósito de llegar a convertirse en figura del toreo.

 

Instalado en Madrid, en donde hubo de aceptar un empleo de albañil, alternó su prestación del servicio militar obligatorio con estas arriesgadas exposiciones ante las astas de los toros, no por voluntarias menos peligrosas que el desempeño de su milicia en una unidad de carros de combate. El día 28 de abril de 1957 se arrojó de espontáneo al ruedo de Las Ventas, donde un morlaco perteneciente a la vacada de Escudero Calvo le propinó, junto al burladero del seis, una impresionante paliza de la que, milagrosamente, salió sin ninguna cornada.

 

Dos años después, habiendo convencido con gestos similares a algunos personajillos del planeta de los toros, consiguió una oportunidad para enfundarse su primer traje de luces. Tuvo lugar su estreno en la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo), el día 15 de agosto de 1959, fecha en la que, acompañado en el cartel por el novillero Carlos Barroso, triunfó en la lidia de los dos utreros de su lote, criados en las dehesas de don Mariano García. Un mes después (concretamente, el día 13 de septiembre de dicho año), cuando toreaba en la localidad madrileña de Loeches en compañía de otro esforzado principiante, el infortunado Manuel Gómez Aller, un sañudo novillo hirió muy gravemente a ambos jóvenes. Ingresados ambos en el Hospital General de Madrid, Manuel Benítez vio cómo su compañero de cartel, ahora postrado en una cama inmediata a la que él mismo ocupaba, perdía la vida al cabo de algunos días, víctima de las cornadas recibidas. Desgracias como ésta, sumadas a su triste pasado, fueron cimentando su fama de torero perseguido y -a la vez- mimado por el destino, con lo que su nombre comenzó a circular por los corrillos de los taurinos más avisados.

 

Trabó, a partir de entonces, contactos con el apoderado Rafael Sánchez ("El Pipo"), un avispado taurino que enseguida entrevió las enormes posibilidades comerciales de un reclamo tan popular como Manuel Benítez Pérez: tras haberlo presentado en varios tentaderos salmantinos, el día 15 de mayo de 1960 lo llevó vestido de luces a la arena de la capital cordobesa, de donde el novillero de Palma del Rió salió a hombros después de haber amputado un apéndice auricular a cada uno de los astados de su lote, pertenecientes a la vacada de don Francisco Amián.

 

Cada vez más preparado para intervenir en un festejo picado, debutó asistido por el concurso de los del castoreño el día 27 de agosto de aquel mismo año, en el redondel de la mencionada plaza de Córdoba, donde se las vio con tres bureles de don Juan Pedro Domecq que le dejaron en su recién estrenado esportón el fabuloso tesoro de cuatro orejas y un rabo. Aupado por este triunfo, clausuró aquella campaña de 1960 (en la que ya se anunciaba como "El Cordobés") habiendo intervenido en catorce novilladas picadas. 


Con picadores se presentó en Córdoba el 16 de octubre de 1960, con novillos de Manuel Sánchez Cobaleda, a los que cortó dos orejas. Fueron sus compañeros Paco Raigón y Rafael Cruz Conde González, nieto de Machaquito, y la novillada estuvo patrocinada por la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias.


La indiscutible simpatía que despertaba el joven Manuel Benítez entre los sectores más populares de la afición comenzó a ser sabiamente explotada por la aguda visión comercial de "El Pipo", quien difundió una campaña sensacionalista basada en el relato -cada vez más fantasioso- de sus hambrientas correrías infantiles y juveniles, de las infinitas penurias que había vivido a lo largo de su breve existencia, y del empecinado tesón que había puesto para llegar a ser alguien en el mundo de los toros. Tal alarde promocional se vio definitivamente impulsado por una prematura película que se rodó sobre su pasado (Aprendiendo a morir, de Pedro Lazaga, estrenada en 1962), filme de tintes cuasi-hagiográficos que gozó de una inusitada difusión en las principales salas cinematográficas del país.

 

Apoyado por este lanzamiento publicitario, en 1961 dio por concluida la temporada habiendo intervenido en sesenta y siete festejos, algunos de los cuales le habían permitido presentarse ya en plazas de primera categoría (como la de Barcelona, en la que hizo su primer paseíllo el día 5 de marzo de aquel año). Convertido, pues, en uno de los novilleros punteros del escalafón, en diciembre de 1961 recibió su primer reconocimiento oficioso por parte de las instancias políticas y del estamento taurino, al ser invitado a tomar parte en un festival benéfico celebrado en El Pardo (Madrid) bajo la presidencia del general Francisco Franco, festejo en el que también intervinieron dos figuras de la talla del caballero rejoneador gaditano Álvaro Domecq Romero y el coletudo valenciano Miguel Báez y Espuny ("Litri"). El tremendismo inconsciente de Manuel Benítez fue la nota más sobresaliente de este festival, en el que sufrió incontables revolcones que sirvieron como ilustrativa tarjeta de presentación de la suerte que estaba dispuesto a correr en todas las plazas.

 

Así las cosas, pronto se convirtió en uno de los medallones emblemáticos del régimen franquista, que lo exhibió dentro y fuera de nuestras fronteras como el paradigma de la recuperación económica de España, plasmada -según sus propias fuentes de propaganda- en la azarosa vida de un pobre diablo que, desde la más vergonzante pobreza, puede acceder a la riqueza y a la fama. De ahí que en la temporada de 1962 se le ofrecieran ciento nueve ajustes, cifra hasta entonces inalcanzable para quien no pasaba de ser un novillero simpático y arrojado, pero carente de los mínimos fundamentos técnicos y del menor sentido de la estética.

A finales de dicha temporada de 1962 anunció su toma de alternativa para el día 12 de octubre, en las arenas del circo cordobés, ceremonia que se vio frustrada por las inclemencias del tiempo. Así que Manuel Benítez dio comienzo a la nueva campaña de 1963 todavía en calidad de novillero, para doctorarse por fin en Córdoba el día 25 de mayo del referido año, en el transcurso de un festejo al que también concurrieron el genial matador madrileño (aunque nacido accidentalmente en Caracas) Antonio Mejías Jiménez ("Antonio Bienvenida"), que hacía las veces de padrino, y el coletudo sevillano José María Montilla Álvarez, presente para atestiguar el doctorado del famosísimo toricantano. Abrió plaza un astado llamado Palancar y marcado con el hierro de don Samuel Flores, que fue arrastrado camino del desolladero con sus dos orejas amputadas, ante el delirio de los paisanos de Manuel Benítez.

 

Al hilo de estos clamores populares, la campaña publicitaria orquestada alrededor de "El Cordobés" redobló su persistencia en todos los frentes de la vida cotidiana española: en aquel año de 1963 se estrenó otra película en la que intervenía el célebre diestro (Chantaje a un torero, de Rafael Gil, que también gozó del favor de los espectadores, aunque no alcanzó tanto éxito de taquilla como la cinta citada anteriormente), y el animoso "Pipo" abandonó su apoderamiento en favor de "Chopera", un hombre mucho mejor relacionado que él, a través de empresarios, ganaderos y apoderados, con las altas esferas del toreo. Posteriormente, Manuel Benítez protagonizó también el filme titulado O llevarás luto por mí, basado en la novela homónima que, en torno a su peripecia vital, habían escrito los "fabricantes de best-seller" Larry Collins y Dominique Lapierre, y fue objeto de un óleo del pintor madrileño Ángel González Marcos, titulado -en forzado oxímoron- "Natural de El Cordobés". Lo que resulta de todo punto inexplicable -al menos, para el aficionado a los toros que, a la vez, muestre algún interés por la poesía- es que el genial poeta Gerardo Diego le dedicara todo un volumen de poemas, titulado El Cordobés dilucidado.

 

Concluida la campaña de 1963 (en la que se había calzado la taleguilla en sesenta y tres ocasiones), cruzó el océano Atlántico para extender su toreo populista y novedoso por las arenas de Colombia, México y Ecuador. A su regreso a España, inició la temporada de 1964 con el ánimo de confirmar su grado de doctor en Tauromaquia ante la primera afición del mundo, objetivo que alcanzó en la tarde del 20 de mayo de dicho año, en el redondel de la plaza Monumental de Las Ventas, donde el espada albaceteño Pedro Martínez González ("Pedrés") hizo también el paseíllo para cederle los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque a un astado perteneciente a la vacada de Benítez Cubero, que atendía a la voz de Impulsivo. Testigo de esta ceremonia, Manuel García ("Palmeño") pudo contemplar el insólito suceso de que la afición venteña concediera una oreja a Manuel Benítez sin que éste hubiera entrado a matar a su enemigo, pues resultó cogido en el trasteo de muleta y fue inmediatamente conducido a las dependencias sanitarias de la plaza. Este hecho, tan infrecuente como censurable, constituye una magnífica muestra del triunfalismo exacerbado que despertaba "El Cordobés" entre las masas.

 

Dio fin a esa campaña de 1964 habiendo cumplido setenta y dos ajustes, y en la temporada siguiente, en la que toreó todas las tardes del mes de agosto, alcanzó la insólita cifra de ciento once corridas toreadas, cantidad que hasta entonces no había aparecido en el cuadro honorífico de los matadores punteros del escalafón superior (posteriormente, volvería a encabezar dicha nómina en las temporadas de 1967 -con ciento siete contratos cumplidos-, 1970 -con la desorbitada cifra de ciento veinte corridas toreadas- y 1971 -año en el que le bastó, para alcanzar el primer puesto, con haberse vestido de luces en ochenta y siete ocasiones-).

 

Entre tanto, las anécdotas que iban acrecentando su tirón populachero no dejaban de sucederse: el día 1 de mayo de 1965, en el coliseo de Aranjuez (Madrid), sostuvo una enconada disputa con el genial espada sevillano Francisco Camino Sánchez ("Paco Camino"), disputa que se trasladó a la calle para acabar degenerando en pelea barriobajera. Y poco antes de comenzar la campaña de 1967, desde su nueva y flamante finca de "Villalobillos", anunció a los cuatro vientos su inminente retirada de los ruedos, lo que provocó una grotesca peregrinación de los principales empresarios españoles (Balañá, Barceló, Canorea, Stuyk, etc.), que acudieron prestos hasta la finca cordobesa de Manuel Benítez para suplicarle que reconsiderase su tajante determinación. Hízolo así "El Cordobés", y al día siguiente de recibir esta patética visita anunció que rectificaba su anterior decisión para seguir vistiéndose de luces. Pocas veces el estamento de los taurinos profesionales ha incurrido en un ridículo semejante, teñido de chafarrinones esperpénticos tan sonrojantes como los que refiere don José María de Cossío: "El diestro rectificó su propósito inicial y se firmó la paz con rúbricas trazadas en la almohada sobre la que el espada reflexionó su determinación".

 

A finales de aquella temporada de su fantasmal retiro e inmediata reaparición, el Ministerio de Información y Turismo concedió a Manuel Benítez Pérez la medalla de oro al Mérito Turístico, en clara referencia a los valores patrios que la Administración franquista veía depositados en "El Cordobés". Su popularidad estaba ya tan extendida, que incluso su figura pasó al acervo paremiológico del vulgo hispano, en el que quedaron acuñadas algunas expresiones ponderativas del tipo de "yo soy como 'El Cordobés', que donde voy triunfo". Sin embargo, ni aun contando con este respaldo popular el diestro de Palma del Río lograba salir siempre victorioso de los ruedos, como lo prueba el hecho acaecido el 29 de junio de aquella misma campaña de 1967, fecha en la que, en la plaza Monumental de Barcelona, se le marchó vivo a los corrales un astado marcado con el hierro de Sánchez Fabrés.

 

En 1969, después de haberse enemistado con casi todos aquellos empresarios que otrora fueran patéticamente a suplicarle, emprendió en compañía del espada jiennense Sebastián Palomo Martínez ("Palomo Linares") la llamada "campaña de los guerrilleros", una especie de cruzada contra el poder taurino establecido, que básicamente consistía en torear sólo en plazas de tercera categoría. Aun así, cumplió setenta y seis ajustes, sin contar los firmados luego en Hispanoamérica. En 1970 alcanzó la ya mencionada cifra de ciento veinte corridas toreadas, y en 1971 se vistió de luces ochenta y siete tardes, entre ellas la del 23 de junio, en Alicante, donde volvió a sufrir la humillación de contemplar cómo se le marchaba un toro vivo a los corrales. Finalmente, el 21 de septiembre de 1971 Manuel Benítez ("El Cordobés") se despidió del ejercicio activo del toreo, después de haber despenado, en la plaza de toros de Oviedo, a un astado perteneciente a la vacada de don Manuel San Román Valdés.

 

Tras desmentir los numerosos rumores que anunciaban su retorno durante las siete temporadas que se mantuvo alejado de los ruedos, el día 22 de julio de 1979 reapareció en el coso levantino de Benidorm, donde se encerró en solitario con seis reses criadas en las dehesas de los herederos de don Carlos Núñez. Cortó, en dicha reaparición, cinco orejas y un rabo, y se lanzó a una frenética andadura por cosos de menor categoría, para dar término a la temporada habiendo intervenido en treinta y siete festejos. Anduvo así, exhibiéndose en plazas de escasa relevancia, durante un par de campañas, hasta que la tragedia volvió a cruzarse en su camino el día 14 de septiembre de 1981, cuando toreaba en la plaza de Albacete en compañía del diestro gaditano Rafael Soto Moreno ("Rafael de Paula") y del susodicho "Palomo Linares". "El Cordobés", que había estado pésimo en la lidia de su primer enemigo, se disponía a recibir de capa al segundo toro de su lote cuando se lanzó a la plaza un espontáneo, Fernando Eles Villarroel, que fue corneado mortalmente en el cuello por Sospechoso, un morlaco marcado con la señal de Los Guateles. La afición, considerando que el espada de Palma del Río había andado remiso a la hora de evitar el percance, le culpó de la muerte del inconsciente espontáneo.

 

Este encono del público, extendido al resto de las aficiones que tanto habían jaleado a "El Cordobés" en la década de los años sesenta, forzó una nueva retirada de Manuel Benítez, quien volvió a pisar un ruedo en 1986 para tomar parte en un festival celebrado en Madrid a beneficio de los damnificados por la explosión del volcán colombiano Nevado de Ruiz. En 1995 intentó reanudar el curso de su carrera, pero una lesión de muñeca le obligó a retirarse después de haber intervenido sólo en dos festejos. A comienzos del siglo XXI regresó de forma efímera a los ruedos y el 1 de junio de 2002 se cortó la coleta definitivamente en la plaza de los Califas de Córdoba, el coso donde había tomado la alternativa casi 40 años antes. Ese mismo año y ante más de setenta matadores de toros y ganaderos, El Cordobés fue nombrado V Califa del toreo.

 

Entre las grandes aportaciones de este diestro a la historia de la tauromaquia del siglo XX, cabe destacar su célebre invención del lance de muleta conocido como "el salto de la rana", una auténtica exhibición de mal gusto, más propia del toreo bufo que de una faena seria, que en su día fue muy aplaudida por quienes llenaban las plazas atraídos por la personalidad arrolladora de Manuel Benítez, pero sin haber presenciado antes una sola corrida de toros. El resto de su biografía queda en manos de los mentideros y corrillos de la prensa rosa, en donde han sido muy celebrados algunos aspectos de su vida privada, como el de su primero negada y posteriormente aceptada -tribunales por medio- paternidad del joven diestro actual Manuel Díaz.

 

FUENTE: texto extraído de www.mcnbiografias.com