Forcados portugueses en La México

El grupo de Forcados Mexicanos sigue festejando la edición del libro "A cuerpo limpio", que recoge las tres décadas de historia de estos hombres atrevidos y valientes, en un texto que hasta ahora estaba inédito en la bibliografía taurina mexicana, lo que se traduce en un gran logro editorial.


La presentación de esta obra, que tuvo lugar el jueves pasado, dio pie a un sentido reconocimiento a un hombre clave en la formación y desarrollo del grupo fuera de nuestras fronteras: el forcado portugués Joao Patinhas, fundador del grupo de los Forcados de Évora, y emblema inspirador de una tradición que arraigo en México con una fuerza insospechada.


Quizá poca gente sabía de la existencia de Patinhas, un hombre afable y sencillo, que vino a México en 1976 con su grupo para actuar en varias corridas de toros, en una época cuando esa rústica tradición portuguesa era desconocida por la afición mexicana.


En aquella primera incursión, hubo un hecho que marcó la relación posterior de Joao Patinhas con México: como cabo del grupo de Évora, cedió la pega de su toro al entonces juvenil Pedro Louceiro II, que ya por entonces había hecho algunos pinitos con ciertos grupos de forcados portugueses.


Joao pensó, como cabo del grupo, que aquel chico portugués debía pegar al toro que había toreado a caballo su padre, y aquel gesto de generosidad fue la semilla que germinó al convertirse en la motivación más significativa para que Pedrito Louceiro se animara a formar el grupo de Forcados Mexicanos, en esos años cuando los hermanos Fuentes –Ramón y José María–, ya se habían acercado al rejoneador don Pedro Louceiro para pedirle que les enseñara a ser forcados.


Así se encendió la chispa  de una efervescente explosión que, poco a poco, sirvió para la formación del grupo. Y como la tradición oral que es el toreo, los jóvenes de esa época fueron aprendiendo los primeros secretos de este arte tan añejo, y nació aquel incipiente grupo de Forcados Mexicanos que debutó formalmente en enero de 1978.


Desde entonces, y bajo su liderazgo, se han creado otros muchos grupos de forcados en el país, y podría afirmar que la tradición de forcados en México goza de cabal salud y atraviesa por su momento de expansión más interesante.


Joao Patinhas volvió a México en 1980, y siguió fomentando lazos de amistad con los Forcados Mexicanos. La relación de este hombre con México ha sido intensa, y con el paso del tiempo se ha convertido en una especia de patriarca y protector de cuantos forcados mexicanos han tocado a la puerta de su casa, en la que siempre han encontrado aliento, refugio, comida y, sobre todo, una amistad sincera y desinteresada.


Quién le iba a decir a Patinhas que treinta años más tarde le iban a dar una gran sorpresa: traerlo de Portugal como invitado de honor a la presentación del libro "A cuerpo limpio", y rendirle un homenaje íntimo en la plaza de Tlahuelilpan, organizado por su amigo Enrique Fraga, que fue el promotor de su venida al país después de tres décadas.


Porque la vida de este veterano forcado comenzó cuando quería ser novillero, y pronto decidió cambiar la muleta por las pegas a las vacas, y aunque en su pueblo natal –Évora– no había un grupo, siguió buscando aliados en otras regiones y al cabo de unos años decidió formar el suyo. El carácter y la decisión de esta iniciativa han marcado al grupo de Évora, que hoy día es uno de los más representativos de Portugal.


Durante 26 años, Joao Patinhas fungió como cabo de los Forcados de Évora, una distinción fundamentada en la lealtad y el respeto, pues es en este pueblo portugués cercano a la frontera española, donde se realizan las corridas concurso más importantes y se pegan toros de 700 kilos de ganaderías como Miura, Pablo Romero, Palha o Victorino Martín, ser forcado es una cosa muy seria.


A los 57 años se puso delante de un toro por última vez, cuando el grupo de Évora cumplía cuatro décadas de historia. En esa pega, Joao fue a la cara del toro llevando como primer ayuda a su hijo Joao Nuno, y aquella experiencia es algo que hoy rememora con una tremenda añoranza, pues años más tarde su vástago perdió la vida en un accidente de motocicleta.


Los recuerdos que guarda en su corazón son inmensos, y muestra con orgullo la foto donde se le ve sonriendo, con cara de niño grande y bueno, manchada la camisa de sangre y, como fondo, un entradón en los tendidos de La México.


Este viaje del reencuentro ha sido un acierto por parte de la Asociación de Forcados Mexicanos, porque traer a Patinhas como invitado de lujo sólo se puede calificar como una muestra de gratitud, algo que los hombres bien nacidos nunca deben olvidar.

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